Cuando empecé a escribir, pensaba que creaba un planeta único para la vida y existencia de los personajes de ese libro que tenía entre mis manos. Brillaba con fuerza porque yo vivía su historia.
Pero, cuando lo terminaba, su luz se iba apagando porque necesitaba de lectores que volvieran a hacer que esa luz emergiera con fuerza y les dieran VIDA.
Por eso, ahora sé que mis libros no son solo míos. Son de todos aquellos que hacen que la LUZ no se apague.