La felicidad en la puerta de al lado, un relato romántico erótico gratuito

La felicidad en la puerta de al lado Kayla Leiz

Hoy os dejo el primer relato romántico erótico que escribí. Este fue mi primer intento y la verdad es que me gustaría que se convirtiera en una novela. Pero mientras, La felicidad en la puerta de al lado es un relato y espero que te guste tanto como a mí.

LA FELICIDAD EN LA PUERTA DE AL LADO

Lentamente, como si temiera un rechazo por su parte, llevó su mano hasta el “culo” y siguió el contorno de su “espalda” por la que iba dejando un sendero de “besos” hasta llegar a su “entrepierna”…

Volvió a centrar su atención en el monitor del ordenador cuando terminó de escribir la traducción que antes había mirado en los documentos y lanzó un grito levantando las manos y echándose para atrás en la silla. Ya estaba otra vez.

Cassie era traductora de novelas románticas para una editorial y se suponía que era buena en su trabajo pero, desde que sus dos vecinos se mudaron a la casa de al lado, las cosas no le salían bien. Su propio jefe la había llamado hacía casi dos meses para quejarse por la última traducción enviada debido a que algunas partes ni siquiera se correspondían con el original.

Y es que, cada vez que ella se ponía a trabajar, alguno de los dos hombres salía fuera a hacer algo y acababa escribiendo y mirando al mismo tiempo con lo que dejaba que su mente se recreara en la vista y sus manos escribían todo lo que se le pasaba por ella. ¿Acaso no tenían un trabajo al que ir?

A sus treinta años, Cassie no podía desear nada mejor que tener unos vecinos como esos. Más teniendo en cuenta que nunca antes había tenido novio debido a que no era el tipo de nadie. Una mujer gorda no le interesa a nadie y después de meterse eso bien en la cabeza para dejar de sufrir decepción tras decepción, había decidido que su vida serían las novelas románticas donde los personajes, fueran como fuesen, siempre acaban felices. Tenía el pelo castaño que le caía en ondas por encima del hombro. Le habían dicho que lo mejor de ella eran sus ojos, de color marrón, y sus labios, carnosos y rosados que nunca perdían la forma de lo que debían ser.

Vivía sola en su casa y también trabajaba allí. Un lujo de trabajo, poder hacerlo cuando quería y solo tener que cumplir la fecha de entrega de las traducciones. No salía mucho a la calle, salvo sus paseos diarios (para al menos hacer algo diferente) o sus citas con su jefe que se empeñaba que fueran una vez a la semana.

Echó un vistazo de nuevo al monitor antes de borrar lo que había escrito mal y leyó otra frase del documento en inglés para traducirla mentalmente. Antes de que se diera cuenta, su vista voló de nuevo hacia el jardín de sus vecinos. Uno de ellos, Kai, estaba cortando el césped sin camiseta, con lo que tenía una muy buena vista de su pecho desnudo y su tableta de chocolate que se perdía por debajo de sus pantalones. Era bastante alto, seguramente más de un metro ochenta y musculoso. Su pelo era negro y lo llevaba un poco largo, con algunos mechones cayéndole sobre su nuca. Un bulto en su entrepierna le dejaba entrever que los pantalones no parecían ser demasiado anchos como para esconder lo que hubiera ahí dentro. Se lamió los labios de forma inconsciente y se sacudió la cabeza para centrarse… La traducción; tenía que acabar la traducción del capítulo sin interrupciones.

Mordiéndose el labio inferior con fuerza para controlarse y no volver a mirar a su vecino se centró en su trabajo cuando el timbre de la puerta sonó. Se levantó y bajó las escaleras del patio donde estaba traduciendo hacia la puerta de entrada. Cuando la abrió sus ojos se dilataron ante la vista que tenía delante. Su otro vecino, Ryan, estaba allí, con una camiseta blanca que se ceñía a su pecho como si lo comprimiera. Llevaba unos pantalones negros cortos que tampoco eran demasiado anchos marcándosele el paquete. Unas sandalias negras resguardaban sus pies. Lo miró de arriba a abajo deleitándose en su pelo. Era tan alto como Kai y sin duda mucho más que su metro sesenta con lo que tenía que levantar el cuello para mirarle a los ojos negros. Su pelo era castaño claro, casi rubio, y le caía lacio por debajo de sus hombros. Lo llevaba suelto lo que le hizo pensar en lo que sería poder entrelazar sus dedos en él. No lo había tenido tan cerca de ella desde que, dos meses atrás, se mudaran allí y se acercara con Kai a presentarse.

• Hola. Perdona que te moleste. Me he quedado sin sal y me preguntaba si podrías dejarme una poca.

¿Por qué su voz la hacía estremecerse de deseo? No… Eso no le pasaba a ella. Bueno, puede que sí, pero era algo en un solo sentido. Ella podía sentir muchas cosas por los demás pero los demás por ella… No, imposible. Se despejó de su ilusión como otras tantas veces y le sonrió.

• Claro. Pasa, iré a por ella ahora mismo.
• Gracias.

Se dio la vuelta a regañadientes por tener que perderse el cuerpo de Ryan pero tenía que dejar de pensar tonterías. Una mujer gorda nunca iba a lograr nada con alguien como ellos. Lo único que conseguiría es que se rieran de ella con sus amigos. Si es que se merecía alguna mención.

Fue hasta la cocina y se agachó para coger un bote de sal que tenía. Cuando se levantó y se volvió no esperaba encontrárselo tan cerca y se echó hacia atrás pegando su espalda contra la encimera.

• Perdona. ¿Te he asustado?
• No, no pasa nada. – Contestó con una sonrisa. Él se acercó más.
• Tienes una cocina muy bonita.
• Gr-Gracias.

Otro paso más lo hizo estar en contacto con ella. Sintió el calor en esa zona mientras se le cortaba la respiración. ¿A qué venía eso? A ella nunca le pasaba nada de eso… Nunca. Se agarró al borde de la encimera con las manos mientras trataba de averiguar el motivo de lo que estaba haciendo Ryan pero era difícil cuando éste se pegaba a ella haciendo que su miembro la rozara provocándole sensaciones nuevas para ella.

La mano de Ryan le rozó la mejilla hacia un mechón que se había salido de su coleta y se lo metió por detrás de la oreja. Sus rostros estaban tan cerca que podía sentir el aire salir de los labios de él. Eso hizo que se lamiera los suyos. ¿La iba a besar? Sería su primer beso así que no le importaba. Una cosa que iba a conocer al margen de los libros.

• Esta noche celebramos una pequeña fiesta. Nos gustaría que vinieras. – Le murmuró al tiempo que le acariciaba el lóbulo de la oreja. Los ojos de Cassie se cerraron dejando que la sensación de tener a un hombre tan cerca se grabara a fuego en su cuerpo. Sintió la mano de él deslizarse por su pequeño cuello rozándola primero con un dedo, después con dos, hacia arriba y abajo. Un gemido escapó de sus labios antes de poder controlarlo lo que hizo que se sonrojara y abriera los ojos. – ¿Qué me dices? – Insistió.
• No soy buena en las fiestas.
• En esta lo serás. Nuestra invitada… – Añadió al tiempo que le mordía el labio inferior abriéndole la boca pero sin llegar a besarla. – Di que sí.
• S….Si… – Susurró incapaz de pensar más que en decir lo que él quería oír. Vio los labios esbozar una sonrisa antes de cruzar el mínimo espacio que quedaba y asaltar los suyos con intensidad. Recorrió con su lengua los labios de ella y la obligó a abrirlos para poder entrar en su boca y degustar su sabor. Eso era un beso, lo que llevaba años perdiéndose y ahora lo experimentaba por primera vez. Dios, era como estar en el cielo.

Sus piernas se volvieron de goma y sentía que no podía aguantar más de pie cuando una mano la rodeó por la cintura sirviéndole de soporte. Ryan se acercó más a ella agachándose un poco para que su polla presionara sobre su coño. Gimió de nuevo por tenerle tan cerca. Cuando abandonó los labios ambos respiraban con dificultad. Cassie no quiso mirarlo a los ojos por miedo de que hubiera sido alguna apuesta entre ellos así que miró a otro lado. Él se separó de ella al notar la tensión en su cuerpo.

• La cena será a las nueve. Te esperamos. – Le dijo saliendo de la cocina hacia la salida.

Cuando quiso darse cuenta, estaba sola en su casa. Ahora tenía una invitación a una fiesta, una experiencia que la acababa de catapultar al cielo, y una esperanza de haber encontrado a alguien que se hubiera fijado en ella, y no en su físico, en el mismo saco.

Tenía que hacer algo. Distraerse. Se había saltado la comida (tampoco es que tuviera hambre) y su mente solo volvía una y otra vez a ese beso con Ryan… ¿¡Y le había dicho que sí a una fiesta!? Ella no iba a fiestas… No iba a ningún sitio donde hubiera multitudes que pudieran quedársele mirando y cuchicheando sobre su cuerpo. Pero le contestó que iría, y ahora no sería bien visto no aparecer. ¿Y qué se ponía? ¿Cuántos irían a la fiesta? ¿Podría ir y volverse a su casa a los cinco minutos? Bueno, tal vez diez para no ser descortés… ¿No había traducido en alguna novela algo sobre el tiempo que se considera correcto de estar en una fiesta cuando no quieres estar? Se echó las manos a la cabeza y se revolvió el pelo. Se estaba volviendo loca. ¿Cómo podía estar pasándole eso a ella? Estaba bien como estaba, sin preocupaciones, sabiendo lo que podía y lo que no podía esperar del mundo. Y ahora llegaba Ryan y la besaba… Tenía que haber alguna regla que prohibiera poner patas arriba el mundo de una mujer que se había resignado. Seguro.

Entró en su habitación y se puso el chándal. Aún hacía calor fuera pero prefería salir a pasear y alejarse un poco de la tentación que quedarse y que su mente la inundara de nuevo con ese beso. Se apresuró a ponerse la camiseta y las zapatillas y salió disparada hacia la puerta. No dejó de caminar hasta que estuvo bien lejos de su casa y solo entonces se serenó un poco. No había nadie en la calle lo que le vino bien para no ser el centro de atención por su enrojecimiento y acaloramiento.

¿Por qué la había besado? Él podía tener a cualquier mujer que quisiera, tenía un cuerpo de infarto y muchas se tirarían al suelo por conseguir al menos una mirada suya. Entonces… ¿por qué a ella? Sus temores la hicieron dudar. ¿Era una broma? No sería la primera vez que lo hicieran. ¿Una apuesta? Seguro que con Kai. Para ver si eran capaces de besar a una mujer fea y gorda como ella. Pero, ¿y la fiesta? ¿Querían humillarla delante de sus amigos? Su corazón se partió un poquito al pensar en eso. Era mejor pensar en ellos desde la distancia, soñar que la besaban y le hacían el amor y despertarse y verlos a lo lejos. Eso no podía hacerle daño pero lo otro…

Un tirón le hizo perder el equilibrio y acabó entre los brazos de un hombre. Se agarró a sus hombros para poner bien los pies y poder mantenerse ella misma.

• ¿Estás bien? ¿No te has dado cuenta que ibas a chocar? – Le preguntó una voz grave que entró como una bala en sus oídos y fue a parar a su coño mojándose al instante.

Cassie levantó la vista y vio a Kai junto a ella. ¿Era tan guapo en primera persona? Solo lo podía ver a lo lejos y el día que fueron a presentarse él se había quedado en un segundo plano con lo que apenas pudo observarle. Ahora, teniéndolo ahí, se dio cuenta de sus ojos del color de la miel. Se notaba que era fuerte, y si tenía en cuenta que uno de sus brazos aún la sujetaba por encima del codo mientras el otro estaba en su cintura, no podía cuestionarlo. Se había equivocado con respecto a la altura en, por lo menos cinco centímetros, lo que le hacía más alto que Ryan. Tenía las cejas fruncidas y parecía enfadado. Recordó entonces que acababa de decirle que iba a chocar contra algo. Giró la cabeza para ver que delante había un coche aparcado. ¿Tan despistada iba que no había visto un coche? Si hubiera sido una cosa pequeña vale, pero, ¿un coche? ¿Ryan la besaba y ella perdía su sentido de la orientación? Y a todo esto… ¿Kai no la tenía en esos momentos apretada a su cuerpo? Podía sentir sus manos, su brazo, sus caderas y su… Oh, Dios mío ¿¡eso podía ser tan duro!? ¿Y por quién demonios estaba así de duro? Desde luego por ella no.

Se empujó con las manos para alejarse de él y que la soltara. No le gustaba que nadie la tocara debido a su físico; la mayoría pensaban que era como gelatina, toda blanda. Y ya era bastante con saber eso solo por los murmullos.

• Gracias. Estaba despistada.
• Debía ser algo importante para no poder ver ni un coche. – Replicó torciendo sus labios en una sonrisa. Era tan maravillosa que Cassie no se dio cuenta que se le olvidaba respirar.
• Si, bueno, más o menos. – Logró articular.
• Ryan me ha dicho que vienes a la fiesta. – Era lógico, vivían juntos y suponía que habrían hablado de ella.
• Si… Aunque no puedo quedarme mucho. – Cinco minutos. Daba igual que fuera o no correcto, no podía estar cerca de ellos dos sin perder la cabeza.

Kai parecía que iba a decir algo cuando Cassie oyó el murmullo de algunas voces cerca. Se volvió para encontrarse con un grupo de cuatro, dos chicas y dos chicos, que hablaban bajito mirándola directamente y riéndose. De acuerdo, no era un buen día. Y si encima de parecer tonta le recordaban lo demás, ese día no iba a entrar dentro de sus mejores días. Kai también se volvió para mirar a los chicos y entrecerró los ojos. Agarró a Cassie de nuevo y la estrelló sobre su pecho haciendo que sus manos se posaran sobre el mismo mientras, con una mano detrás de su nuca, la acercaba hasta él y la besaba. Le mordió los labios con el objetivo de que abriera la boca y, cuando lo hizo, arremetió con su lengua para jugar con la de Cassie obligándola a moverse, a salir de su boca para entrar en la suya, a dibujar el contorno de sus labios y sus dientes. La estaba devorando viva. Ya podía morir en paz. Tanto el beso de Ryan, algo más dulce, como el de Kai, intenso y apasionado, acababan de derrumbar las barreras que había erigido desde años en su corazón.

Ella se aferró a la camiseta de él para no caerse mientras gemía en la boca de Kai. Cada vez que lo hacía éste reaccionaba entrando más adentro, moviéndose más cerca de ella, no solo su boca, sino todo su cuerpo. Podía sentirle en zonas que jamás hubiera pensado que sentiría a un hombre.

Kai dejó de besarla de golpe y ella tuvo que apoyar su cabeza sobre el pecho de él para controlar el mareo que sentía. Sus bragas estaban empapadas y solo por un beso; no quería ni pensar en lo que podría ser si la tocara. Él giró la cara para mirar a los chicos que aún estaban mirándolos con las bocas abiertas.

• ¿Algún problema? – Preguntó de un modo que no toleraba respuesta alguna. Los chicos se fueron inmediatamente y se perdieron entre las calles.
• ¿Puedes andar? – Le preguntó más tranquilo. Estaba acariciándole el pelo mientras que su brazo se instalaba en la cintura por precaución. Asintió incapaz de pronunciar palabra.

Sin soltarla, empezaron a andar juntos, abrazados el uno al otro, hasta que llegaron a su calle y a la puerta de la casa de Cassie. Ninguno dijo nada, solo el silencio los envolvió. Una vez allí ella se separó de él y se metió las manos en los bolsillos para sacar las llaves de su casa cuando se dio cuenta de algo. Había salido precipitadamente de casa… ¿Y las llaves? En su mente podía ver una imagen de ellas en el plato del mueble de la entrada. Apoyó la frente en la puerta y se echó a reír.

• ¿Qué pasa? – Le preguntó Kai a su lado.
• Me olvidé las llaves dentro. – Contestó ella aún con una sonrisa.
• ¿Está todo cerrado?
• No. La puerta corredera que da al patio estará abierta, y esta puerta también, no le eché la llave. Pero por fuera…

No le dio tiempo a decir más porque Kai escalaba la valla de su casa con agilidad y rapidez. Contempló cómo se flexionaban sus músculos sobre su chándal y la forma de moverse. Sus ojos se fueron directamente hacia su culo y enrojeció al pensar en verlo desnudo. Se perdió justo a tiempo de que su mente pensara en alguna cosa pervertida.

La puerta se abrió unos segundos después y Cassie entró en su casa cohibida al tener a Kai allí. Atravesó el jardín y subió los escalones del patio sin poder evitar echar un vistazo hacia la casa de sus vecinos. Ryan estaba sentado en el jardín escribiendo en el portátil. Se dio más prisa para abrir la puerta y entrar en casa antes de que la viera. Cuando la descorrió se giró hacia Kai. Sabía que estaba detrás de ella, consciente no solo de su presencia, sino también de su olor, un perfume masculino aderezado con frutas salvajes y madera.

• Gracias por ayudarme.
• De nada. Te esperamos en la fiesta.
• Si… Claro. A las nueve. – Kai asintió.

Sus manos le temblaban y, si no las hubiera escondido, él lo hubiera notado. Sin embargo, cuando llevó sus manos detrás de su espalda hizo que los ojos de Kai se oscurecieran un tono y pronto estuvo sobre ella, una de su manos sujetando las suyas por detrás mientras la otra dirigía su cadera hacia su polla. Estaba mucho más duro que antes y se frotaba sobre ella como si quisiera aligerar algo del deseo que tenía…. ¿por ella? Imposible… Quería moverse, tocarle, pero la asía con fuerza obligándola a sentir pero no a tocar. De pronto notó los dedos de Kai en sus bragas. Miró hacia abajo y vio que el brazo estaba dentro de sus pantalones. ¿Cuándo lo había metido ahí? Apenas pudo pensar nada más cuando empezó a mover los dedos frotándole, por encima de las bragas, ahondando en ellas hasta llegar a su clítoris, ya de por sí inflamado y deseoso de ese contacto. La primera vez fue como un destello de luz para su propio cuerpo. Cassie inspiró profundamente al notarlo pero no tuvo tiempo de reponerse pues Kai seguía atormentando su clítoris al tiempo que, con los otros dedos, presionaba sobre su coño para entrar. Si no hubiera estado apoyada en la puerta corredera, seguramente se habría caído por la intensidad de las sensaciones. Tenía a Kai pegado a ella, su polla frotándose sobre la cadera, su boca en su cuello mordisqueándola, su mano humedeciéndose de los jugos que salían cada vez con más intensidad de su coño. Cuando éste aumentó la velocidad el calor empezó a crecer en el cuerpo de Cassie y empezó a respirar más rápido hasta que estalló en sus piernas y gritó. Kai la silenció con sus labios bebiéndose el grito y moviendo su lengua como si fuera su polla quien entraba y salía de ella.

La llevó hasta la silla que había en el patio y la ayudó a sentarse. Lo vio relamerse los dedos que había tenido en sus partes con placer mientras le sonreía.

• Nos vemos en la fiesta. – Le dijo antes de despedirse. Ella lo siguió con la mirada, era lo único que podía hacer ya que su cuerpo se negaba a responderle.

Cuando dejó de verlo se volvió y suspiró. ¿Hoy era algún día especial para las mujeres gordas? Se preguntó cerrando los ojos para rememorar lo que había pasado. Cuando los abrió parecía que su cuerpo ya estaba más descansado y pudo levantarse, aunque aún se notaba temblorosa.

Miró, debido a la costumbre, al jardín de sus vecinos, para ver que Ryan seguía sentado en la mesa escribiendo aunque parecía más feliz que antes. No podía asegurarlo pero creía verle una sonrisa de oreja a oreja.

Las nueve de la noche y Cassie estaba plantada delante de la puerta de la casa de Ryan y Kai. Durante el resto de la tarde su mente había sido un hervidero entre lo de Ryan y después Kai. No podía entenderlos y, sin embargo, era lo más maravilloso que le pasaba en su vida.

Llamó al timbre y esperó que le abrieran. Fue Kai el que lo hizo invitándola a entrar. Llevaba unos pantalones vaqueros que le llegaban a la rodilla y una camiseta negra, la misma ropa, cambiando por una camiseta blanca, que llevaba Ryan.

Ella se había puesto unos pantalones pirata y una camiseta roja, dos prendas que le quedaban bien. El jardín estaba iluminado y tenían la puerta abierta que daba a la cocina.

• ¿Te gusta la carne? – Ella asintió y Ryan le devolvió una sonrisa a cambio.

Miró a su alrededor buscando a más personas pero solo estaban ellos tres.

• ¿Y el resto? – Le preguntó a Kai.
• No hay nadie más. – Respondió conduciéndola hasta la mesa que habían dispuesto. ¿Una fiesta para ellos tres? ¿Por qué?

Se sentó y observó un libro. Era en inglés y el título le sonaba. Leyó el nombre de la autora y sonrió. Era la autora que solía traducir porque sus novelas románticas siempre la hacían sentir bien.

• ¿Te gustan los libros? – Preguntó Ryan acercándose a ella.
• Si. Y más de esta autora. Yo me encargo de traducirlos para España. Pero a veces su forma de escribir se pierde en la traducción. A menudo prefiero leerlos en inglés que en español.
• Vaya, gracias. – Dijo Kai dejándola desconcertada.
• A decir verdad conocemos muy bien a esa autora. – Comentó Ryan.
• ¿En serio? ¿Podéis presentármela? Nunca la ha visto nadie y es imposible conocerla en persona. – Cassie estaba animada por lo que acababa de conocer. Ambos se miraron y sonrieron.
• Tienes delante a tu autora. – Dijo Kai agachándose y tomándole una mano.
• Si, aquí mismo. – Añadió Ryan también agachado acariciándole la otra mano.
• ¿Vosotros…
• Que un hombre escriba novela romántica es raro. Que lo hagan dos más aún. Decidimos que era mejor tener un seudónimo y ocultar nuestra identidad. – Comentó Ryan.
• Pero cuando el jefe de la editorial nos dejó leer la traducción de una de nuestras novelas y vimos que alguien lo había cambiado quisimos conocerla.
• No sabíamos que iba a resultar ser nuestra vecina. – Continuó Kai. – Y menos aún que iba a ser hermosa.

Hasta ahí había ido bien, hasta esa mentira. Cassie se levantó y apartó las manos de ellos como si la quemaran.

• ¿Os habéis divertido bastante? Siento mucho haberme equivocado con la traducción, tuve algunos problemas de concentración esos últimos días que traduje…
• Justo cuando nos mudamos. – Apuntó Kai.
• Pero es algo que no volverá a pasar. Así que, aclarado eso, yo me largo.

Se dio la vuelta para irse cuando las manos de Kai le oprimieron las caderas impidiéndole avanzar. Sintió su respiración sobre su oreja, su pecho sobre su espalda.

• No vas a ninguna parte, preciosa.
• No me digas eso, soy fea.
• No vuelvas a decir que eres fea. – Gruñó en su oído mordiéndole.
• ¡Lo soy! ¡Os estáis burlando de mí! – Exclamó dejando caer lágrimas por sus mejillas. – Nunca nadie me ha hecho lo que vosotros. Tengo treinta años y mi única experiencia ha sido lo que me habéis dado. Soy dos hombres guapísimos, nunca os fijaríais en una gorda como yo. – No podía dejar de hablar, de soltar todo aquello que llevaba guardado.

Ryan se puso delante y la besó para acallarla.

• Princesa, ahora nos tienes a nosotros. No somos como los demás. No vemos fealdad en tu peso o tus curvas. Vemos una mujer pasional y decidida, Una mujer que nos observa día a día sin pedir nada más a cambio pero que no se da cuenta cuando nosotros la miramos a ella.

¿La habían estado mirando? ¿Cuándo? Asombrada por lo que le había dicho, lo miró a los ojos y solo vio sinceridad en ellos.

Kai le levantó la camiseta hasta descubrirle los pechos El fresco en su piel la hizo arquearse y apoyó su cabeza en el pecho de él mientras acunaba sus senos con las manos como si estuviera analizando la forma de ellos. Los pezones se notaban duros y dolían al estar comprimidos por el sujetador pero se ocupó de liberarlos con rapidez de su prisión dejando al descubierto su piel. Ryan se lamió los labios antes de coger un pecho con su mano y chupar el otro con su boca moviendo la lengua dentro del mismo y rozando con sus dientes el pezón.

• Tan hermosos… – Murmuraba mientras iba atendiendo uno y otro.

Kai la ayudó a sacarse la camiseta del todo y la tiró al suelo mientras se ocupaba de desabrochar el botón de los pantalones. No dejaba de besarla en el cuello y el hombro y ella no podía parar de moverse ante tal ataque.

Sintió deslizarse los pantalones y recobró un poco de sentido común.

• Esto no está bien.
• ¿No te gustamos? – Preguntó Kai.
• Sois perfectos. – Esa afirmación hizo que Ryan mordiera uno de sus pezones al tiempo que Kai apretaba su clítoris con sus dedos. No tuvo más remedio que soltar un gemido. – Yo no soy perfecta. Soy… – Kai le cogió la barbilla para girarla y besarla. Le mordió el labio hasta que le hizo sangre y después lamió con cuidado profundizando en su boca lentamente.
• Nosotros te queremos así. – Le confirmó Kai. – Llevamos dos meses desesperados por acercarnos a ti, por tenerte donde estás ahora y no te vamos a dejar ir a ningún lado. Siente lo que nos haces.

Y, al decir esto, tanto el pene de Kai como el de Ryan presionaron cada uno en una de las aperturas de su cuerpo para que fuera consciente de lo duros que estaban. ¡Por ella!
Ryan se apartó para quitarse la ropa mientras Kai continuaba martirizándola con sus dedos sobre el clítoris y su coño. Estaba muy mojada y solo quería sentir algo más, probar aquello que ellos le ofrecían.

• ¿Te importa que te amemos los dos? – Ryan hizo la pregunta esperando con paciencia sin llegar a tocarla. Pudo ver cómo su pene, largo, duro y grueso, se movía deseoso por lo que tenía delante. Gotas de presemen salían de él desperdiciándose en el suelo. Se relamió los labios con el deseo de probarlo. – Cassie, ¿te importa? – Insistió.
• A mí me gustáis los dos. – Respondió. – Pero, ¿no os importa?
• Nosotros queremos a la misma mujer. – Le susurró Kai al oído. – A ti.

Desgarró las bragas al decir eso dejando al descubierto su coño. Ryan lo miró con hambre de lobo. Quería saborearlo, dejar que los jugos entraran en su boca y jugar con ella.

• ¿Es tu primera vez? – Ella asintió avergonzada. Treinta años y ni una vez… Patético. – ¿Confías en mí? – De nuevo asintió.

Ryan cogió sus pantalones y sacó un preservativo que se colocó presto antes de acercarse a ella.

• Está muy mojada. – Le informó Kai mientras introducía dos dedos en ella. Se tensó por la intrusión y se puso de puntillas pero se relajó cuando empezó a lamerla por el cuello.
• ¿No sería mejor la cama? – Sugirió Ryan.
• Joder, no puedo aguantar más a meter mi polla en ella. No llegaría a la cama teniéndola a mi lado tal y como está.

Cassie quedó asombrada. ¿Provocaba ese estado en esos hombres? Debían tener la misma edad que ella y seguramente mucha más experiencia en el sexo… ¿No eran capaces de controlarse con ella?

• Princesa, puede dolerte, lo sabes, ¿verdad? – Ella asintió.

Colocó la cabeza de su pene en la entrada de ella y presionó hacia arriba. Logró meter unos centímetros antes de tensarse.

• Déjale entrar, preciosa. Quiero verte follándote a Ryan mientras te toco. – Murmuró Kai apretándole los pezones de sus pechos. Siseó ante el dolor y placer que sentía por partes iguales y la humedad empapó más la polla de Ryan.
• Está apretada pero tan mojada…. – Comentó Ryan. Se retiró sin llegar a sacarla del todo y empujó con fuerza dejándola sin aliento. Sentía el pene de Ryan llenándola en rincones que no sabía que tenía mientras su conducto lo exploraba apretándole y soltándole.
• ¿Te he hecho daño? – Le preguntó sin moverse buscando su rostro. Ella lo miró.
• ¿Estás dentro del todo? – Esa pregunta le hizo reír.
• No te ha dolido. – Dijo más como una afirmación que una pregunta.

Se retiró un poco y volvió a embestirla. Sin el apoyo a su espaldas de Kai seguramente no hubiera podido aguantar esa posición pero tanto uno como otro la sostenían sin quejarse. Era maravilloso sentir cómo entraba su polla e invadía su espacio haciéndole sitio a su enorme erección.

• ¿La tienes? – Preguntó Kai. Ryan asintió disminuyendo la velocidad en sus embestidas. La hizo poner las manos sobre los hombros de Ryan y aguantar su peso. Miró hacia atrás para preguntarle por qué pero estaba demasiado ocupado quitándose, o mejor dicho rasgando, su ropa como para responder.

Un minuto después lo tenía desnudo sobre su espalda, presionando su pene en la raja del culo. Sintió los dedos de él explorar más abajo recogiendo de su flujo y llevándolo a la entrada de su trasero para lubricarlo. Presionó con un dedo hasta que entró haciendo que se cerrara más sobre la polla de Ryan. Éste echó la cabeza hacia atrás mientras suspiraba.

• Dios… – Susurró. – Como siga así no voy a aguantar.
• Ninguno aguantará mucho tiempo. – Convino Kai mientras lubricaba su pene con una crema que había cogido de su pantalón. – ¿Estás lista preciosa?
• ¿Los dos?
• ¿Confías en nosotros? Jamás te haremos daño. Te queremos. – Esas palabras eran suficientes para que su corazón se hinchara de felicidad. La querían… ¡Ellos! No podía darle otra respuesta.
• Si.

Fue todo lo que tuvo que decir para notar la cabeza del pene de Kai, más grueso y largo que el de Ryan, presionar sobre su agujero para forzarlo a entrar. Cassie se movió nerviosa hasta que las manos de Ryan y Kai la sujetaron. Ryan casi se había salido de ella y se mantenía quieto.

Kai volvió a empujar, esta vez más fuerte, haciendo que ella gritara ante el dolor.

• ¿Te duele mucho, preciosa? – Preguntó Kai.
• ¿Puedes aguantar, princesa? – Preguntó a su vez Ryan.
• Si…gue… Sigue… – Murmuró conteniendo el dolor.

Ryan se dedicó entonces, mientras esperaba, en degustar los pechos que habían quedado abandonados. Los lamió hasta llegar a los pezones y, cuando los tuvo en su boca, presionó con sus labios y tiró de ellos hasta hacerla gemir. Kai tampoco se quedó quieto. Sin sacar su pene del culo se inclinó para llegar con su mano hasta el clítoris y lo masajeó y pellizcó llevándola hasta el precipicio de un orgasmo. Sentía el pene de Ryan removerse en ella pero sin hacer otro movimiento más hondo, esperando a que Kai entrara de una vez.

Retrocediendo unos centímetros de lo que había conseguido entrar, Kai presionó las manos sobre sus caderas mientras Ryan ponía sus manos sobre sus hombros. Empujó con fuerza mientras entraba en el cuerpo de ella hasta el fondo rodeado del grito de Cassie.

• Ya está. Ya estoy dentro, preciosa. – Murmuró mientras ella trataba de recuperar la capacidad de respirar. Lo sentía, podía sentirlo dentro, no haciéndole daño, sino de una manera placentera.

Comenzó a moverse con suaves movimientos tanteando el dolor de ella y sus reacciones. Ryan seguía dedicado a sus pechos lo que la ayudaba a centrarse solo en el placer. Notaba cómo su culo lo succionaba con fuerza cada vez que se echaba hacia atrás y cómo se abría a él cuando empujaba.

• Ryan… – Llamó Kai. Levantó la cabeza hacia él y supo que podía volver a moverse. La miró a ella extasiada por lo que ellos dos le estaban dando y la besó jugando con su lengua, haciendo que saliera de su boca y explorara la suya.

Se movió dentro y fuera de su sexo. Los dos estaban equilibrados de modo que, cuando uno embestía, el otro se retiraba, nunca vacía en su cuerpo. El calor creció con mayor intensidad poniéndola en el mismo filo de un precipicio que iba a lanzarla a un orgasmo tremendo del que ni siquiera sabía si podría salir cuerda.

• ¿Confías en nosotros? – Volvió a preguntar Kai. Cassie asintió.

Las dos pollas se retiraron y ella pensó que algo pasaba cuando las sintió embistiendo al mismo tiempo mientras ellos mantenían su cuerpo. Si antes estaba en el filo del precipicio ahora solo la sujetaba su mano para no caer. Tras tres embistes más los tres estallaron al mismo tiempo uniendo sus gritos al unísono y dejándose caer al suelo del patio, refrescante tras su pasión ardiente.

Ambos acunaron a Cassie entre sus cuerpos mientras recuperaban el aliento y, sobre todo, las fuerzas para poder moverse.
• Creo que no apagué el horno… – Comentó Ryan. Cassie y Kai se rieron.

Dos meses después

La vida tiene muchas formas de demostrar que es una alegría levantarse por la mañana y mirar al cielo esperando que la ilusión llegue.
Cassie guardó el archivo y cerró el ordenador. Acababa de traducir el último libro que le correspondía y la última frase que contenía en si misma su propia alegría. Ryan y Kai eran lo mejor que le había pasado y nada ni nadie que podría separarla de ellos.

Se levantó y bajó las escaleras hacia el jardín. Abrió la puerta que ahora comunicaba una casa con la otra y los dos hombres levantaron la cabeza.

• ¿Terminaste? – Preguntó Ryan. Ella asintió.
• ¿Ya eres nuestra? – Inquirió Kai acercándose y rodeándola con sus brazos en la cintura.
• Para siempre.

FIN

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